lunes, 21 de julio de 2014

Quiero un tocadiscos

Quiero un tocadiscos.

Hace unos años jamás lo habría pensado pero ahora existe el deseo.

La imperfección es bonita. Casi todas las copias de una canción digital son el mismo archivo. Así es por diseño. Casi todas las copias, si no existieran los benditos rayos cósmicos y otros azares.

Todos los discos son sutilmente diferentes.

Lo mortal es bonito. Es bonito aprovechar las cosas mientras duran.

Un disco que me regalaron. No tengo donde escucharlo.

Creo que lo he escrito antes: Un defecto humano es querer que lo bueno dure mucho, que dure por siempre.

Nos fijamos más en las arrugas que en las historias de los viejos. Les preguntamos más por los achaques que por las alegrías pasadas que ellos quieren compartir.

La aguja no suena igual cuando es nueva que cuando ya está un poco gastada.

Lo mismo pasa con el acetato. Nuevo funciona de una forma. Con el tiempo surge un ruido de fondo que el cerebro aprende a filtrar.

Uno aprende a enfocarse en lo bonito que todavía suena y no en el ruido blanco que el tiempo permite.

Quiero esa imperfección en mi sala.

Es fácil explicarle a un niño o a un adulto curioso como funciona un tocadiscos.

Quiero un disco que tenga que cuidar. Uno que no dure por siempre. Nada dura por siempre. No me parece malo.

Quiero un tocadiscos.