domingo, 13 de diciembre de 2015

La historia indeleble

Le pasó a un amigo. Me identifique tanto con la historia que solo puedo contarla en primera persona. ¿Así es la amistad? ¿Será eso la amistad? ¿Es para eso? Ahora solo puedo preguntarme ¿Quién soy yo ahora? No se… Y no sé qué hacer, y si una cosa he logrado entender después de tantas noches pensando es que lo único que puedo hacer es contar la historia. Pero no sé si puedo hacerlo. ¿Por qué me gustan los imposibles?

La historia. A veces parece infinita, y nunca la recuerdo bien. Nunca recuerdo la misma, lo diré más tarde y ya lo dije. A veces la recuerdo en pasado, a veces en presente, y a veces en futuro. No recuerdo quién me contó por primera vez que los tres tiempos son iguales y es cosa de mortales separar los tiempos. ¿Cómo me pudo decir eso alguien que es mortal? Es una pregunta retórica, lo juro.

A veces siento que la historia está en mis genes, en los tuyos, en los de los ratones. Como si una y otra vez en un universo anterior algo la hubiera gritado (por no utilizar una palabra más abstracta) y una y otra vez hubieran matado a lo que la contó. Y como castigo (¿divino?) ahora todos cargamos una historia indeleble.

Los animales que cenamos tienen pedazos de la historia. Contada en otro tiempo y en otro lugar. La sienten con un cerebro ajeno que tratamos de entender matando cerebros para mirar en microscopio, con la vaga esperanza de pensar como piensa un pez sin tener que convertirnos en uno. Como si no hubiera tiempo para ser cada cosa, como si ya no lo hubiéramos sido, como si el tiempo no fuera infinito.

El tiempo alcanza. El siempre alcanza porque es infinito, el que no alcanza es uno. Pero es el uno, el yo, el que no importa.

Esa es la historia. La versión comprimida, con gran entropía, si bien no máxima, y solo puedo redundar.


Esa es la historia que recuerdo ahora. No siempre recuerdo la misma. ¿Qué sentido tiene entonces contar una historia? A veces me pierdo y siento que cualquier historia se puede expandir tanto como yo quiera, tanto como mi amigo quiera, tanto como tú quieras, pero no es fácil, no en tiempo finito. Pero eso no importa.

¿Cómo se puede contar una historia infinita y elusiva en un instante? ¿En 0 segundos?

Solo si no hace falta contarla. Es la forma más eficiente de transmitir información. Parece una paradoja.

Por pequeño que sea lo que tienes que contar,  si no tienes que hacerlo, ya lo contaste, y lo hiciste con eficiencia infinita, en el pasado, en el presente y en el futuro, que son la misma cosa para alguien que no es humano y puede ver la línea por la que creemos caer.

Idea / 0 = infinito

Es algo que me gusta tener presente. Que hay que apreciar mucho lo que ya está ahí y que no hay que comunicar. Es mejor sonreír que hablar. Es mejor bailar que hablar. ¡Hay tanto que compartir sin hablar!

Hablamos demasiado, y sé que mi hámster (#1) me entiende porque le hablo y no me responde. Bobo no es. Si me hablara no sería capaz de darle más comida y tendría que salir corriendo al hospital.